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Si vas a dejar una piedra en la orilla
Este blog es un espacio íntimo.
No perfecto, no cerrado, no sagrado.
Pero sí cuidadosamente abierto.
Abierto a quien camina con preguntas.
A quien necesita decir algo en voz baja.
A quien comenta, no por costumbre,
sino porque algo dentro se movió y necesita dejarlo escrito.
Aquí no se viene a debatir.
Se viene a compartir.
Y por eso, si vas a dejar una palabra en esta orilla,
te invito a que lo hagas como quien deja una piedra sin herir el agua.
Si vas a comentar…
— Habla desde tu experiencia, no desde la verdad absoluta.
— Puedes discrepar, pero sin descalificar.
— No hagas de la opinión una trinchera.
— Si algo no te ha resonado, puedes decirlo sin destruir.
— Y si algo sí te ha tocado, dilo sin miedo.
A veces, una frase tuya también puede ser faro para alguien más.
Y si no sabes qué decir…
El silencio también es una forma de acompañar.
No todos los textos necesitan respuesta.
Algunos solo piden ser leídos en silencio,
y quedarse contigo un rato.
Aquí no hay algoritmo. Hay alma.
Y todo lo que nace del alma merece ser tratado con cuidado.
No con idolatría.
Pero sí con respeto.
Gracias por estar aquí.
Gracias por leer.
Y si decides comentar,
que sea desde ese mismo lugar desde donde se escribe esta isla:
con verdad, sin estridencias…
y con el deseo de que lo que decimos,
no hiera más de lo que ya duele el vivir.